Pérez Reverte

Viernes, 25 Febrero 2022 19:07

He leído un artículo —espero que no sea falso— en el que el escritor Arturo Pérez Reverte presume de tener 32.000 libros, aunque dice que una cuarta parte no la ha leído y que, posiblemente, nunca la lea. Una cuarta parte de esa cifra arroja una cantidad de 8.000 libros, o sea que, según él, ha leído 24.000 libros. Esto le sitúa en segunda posición respecto a los grandes lectores (y lo digo con ironía), ya que Sánchez Dragó aseguró en una ocasión haber leído 30.000 libros. No vamos a hablar de este último, al menos de momento, pero si el señor Pérez Reverte ha leído esa cantidad de libros, vamos a hacer un cálculo a groso modo.

Si una persona lee un libro diario, en un año leería 365 libros, en diez años leería 3.650 libros, y en cincuenta años leería 18.250. Es decir, para leer 24.000 libros necesitaría una persona más de 65 años de su vida, leyendo un libro cada día. Pero yo me pregunto: ¿quién lee un libro diario?, porque, o yo soy muy lento —que lo soy—, o no me cuadran las cuentas.

Supongo que una persona, en un momento determinado, o un día concreto que esté enganchado a una lectura, puede leer un libro entero, por supuesto (también habría que ver el número de páginas que tiene, porque no sería lo mismo leer un libro de 150 páginas que uno de 900). De cualquier forma, leer uno cada día, todos los días de su vida, me parece poco verosímil, y dudo mucho que haya alguien que sea capaz de eso.

Al señor Sánchez Dragó hace tiempo que todo el mundo lo tiene ya catalogado, por lo que no hace falta hurgar más en su vida y milagros, él solito se ha destapado y él solito se ha echado encima la suficiente tierra como para quedar sepultado, pero el señor Pérez Reverte parece que no está dispuesto a perder la carrera en la que Sánchez Dragó se postulaba a ser el vencedor y alcanzar la meta.

No voy a negar que yo he leído alguna obra, tanto de uno como de otro, y tampoco voy a negar que sus novelas ni me han disgustado, ni me han defraudado; pero en la vida de un escritor famoso hay dos vertientes, su obra literaria, que tanto la de uno como la de otro, no son discutibles (y que fundamentalmente es lo que importa), y su vida personal, que en muchos aspectos es muy cuestionable. Y si uno se debe a sus lectores, se debe en todos los ámbitos, porque no puede pretender ofrecer una narrativa, o una poesía, impecables, pero después cojear, y llevar una vida depravada o contaminada, en la que la humildad brilla por su ausencia, como están ausentes otras virtudes, sobre todo cuando alguien pretende ser el espejo en el que se miren los demás; y es que todo aquel que se erige por encima de alguien, que desprecia a los otros porque no pueden alcanzar sus cotas de popularidad o de sabiduría; todos esos que se creen más listos que nadie, o que piensan que están por encima de los demás, creo que no merecen el respeto de todos nosotros. El respeto se debe conseguir a través de la humildad y la sencillez, a través de la modestia y no de la petulancia. Al fanfarrón se le cala enseguida, y ese modo de actuar, insolente y vanidoso, al final sólo conduce a que todos aquellos a los que potencialmente dirige sus palabras, sientan por él desprecio o desdén.


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